A medida que la producción de bienes y servicios se diversifica a los fines de atender las exigencias de los mercados nacionales e internacionales, se plantea la necesidad de reformular las estrategias tradicionales empleadas para la organización de la producción.
La Empresa como organización es quien tiene en sus manos las riendas en primer lugar para integrar y coordinar los aportes del trabajo al momento de la producción. Si bien es cierto que el trabajo es individual, no es menos cierto que a partir de la conjunción de esfuerzos siempre se obtendrán mejores resultados, es por ello que la gestión del recurso humano tiene el desafío de propiciar el ambiente y todo lo necesario a los fines de fomentar un trabajo colectivo, en equipo, con una sola directriz, que no es otra que la maximización de la utilidad, entendida como el máximo bienestar no sólo para los trabajadores, sino también para el empresario.
Y es aquí donde se requiere de la participación activa de los empleadores, quienes organizando de forma eficiente la producción generarán no sólo beneficios para sus propietarios (accionistas), sino para el trabajador (mejoramiento de su calidad de vida) y el Estado (disminución del desempleo y mayores niveles de recaudación); es decir, debe convertirse en un juego donde todos ganen, dejando de lado aquella percepción de que solo debe existir un ganador y un perdedor, sino que a partir de la colaboración todos ganarían.
Resulta evidente que si tal propuesta la pudiésemos extrapolar a un nivel macro, como por ejemplo lo constituiría la administración de un municipio, estado, inclusive al mismísimo país, se mejoraría extraordinariamente los niveles de gobernabilidad, vida, convivencia, participación y por ende se haría de la política una actividad mucho más eficiente y efectiva en el manejo de los recursos públicos y en la satisfacción de las demandas del colectivo.
Éxito empresarial Vs. Sociedad en Crisis
Para el año 1953 el Presidente de los EEUU Dwight Eisenhower nombra a Charles Wilson, quien entonces era Presidente y CEO (Director Ejecutivo) de General Motors como su Secretario de Defensa. El mismo, en una entrevista señala que “lo que es bueno para la General Motors es bueno para Estados Unidos”, dicho aforismo traduce la importancia de la productora de automóviles como emblema del sistema capitalista estadounidense.
Ahora bien, si aplicamos dicho aforismo al tema que nos atañe, deberíamos entenderlo como la importancia del sector empresarial para el desarrollo de nuestro país, es decir, la necesidad que representa un sector empresarial sólido a los fines de maximizar los índices de bienestar y satisfacción de las necesidades colectivas. Esta es la premisa ideal, pero mas allá de vincular sólo al mundo empresarial debe llevar aparejado un sector laboral aglutinado en grupos sindicales.
Obviamente el contexto Norteamericano es muy distinto al de nuestros países en Latinoamérica, en el sentido que nosotros nos caracterizamos por poseer un ambiente sumamente conflictivo, desigual y de alta tensión. Las diferencias entre los sectores sociales es muy marcada, lo cual hasta cierto punto resulta contradictorio, en tanto que pese a el objetivo ideal de sumar esfuerzos, lo que realmente impera en nuestra sociedad es un juego de intereses individualizados.
Un fortalecimiento de las organizaciones sindicales debe pasar por el hecho de entablar canales de comunicación eficientes y efectivos entre patronos y trabajadores, a los fines de no sólo mejorar las condiciones laborales (ambiente interno), sino también de las condiciones de vida del trabajador (ambiente externo).
Las organizaciones sindicales a menudo han sido juzgadas y mal puestas ante la opinión pública, en el sentido que han ocupado espacios que por tradición han pertenecido a otros actores sociales, tal como sucedió durante el paro nacional acaecido a finales de 2002 y principios de 2003, en el sentido de que pese al grave descontento social, la ausencia de partidos políticos que canalizaran las demandas sociales y una frágil institucionalidad democrática, los movimientos sindicales junto a los empresariales asumieron el rol de liderazgo y se enfrentaron al sector gubernamental, no con armas, sino con movilizaciones, alzando sus voces y manifestando su descontento.
Ahora bien, es indiscutible su rol protagónico en la sociedad, razón por la cual el movimiento sindical debe avocarse a conseguir mayores niveles de inclusión, a los fines de mantener la convivencia pacífica, y más que eso, asumiendo la representación de un sector que manifiestamente es débil frente al poder del estado y del empresariado.
Quizás para los sectores sociales mas desfavorecidos (desempleados), el ser trabajador de una empresa “X” resulte ser un privilegio, sin embargo esto no deja de plantear desafíos al sector sindical, por cuanto es a ellos a quienes compete adaptar su modelo operativo tradicional a las nuevas tendencias que adopta el sistema empresarial en Pro de la competitividad con la cual debe lidiar día a día en el mercado de bienes y servicios.
Es así como los empresarios tienden a establecer sus empresas en regiones de bajo desarrollo sindical, alejadas de los centros de consumo y además de ello, han dado nacimiento a contratos atípicos, que pese a tener una naturaleza laboral se busca investirlos de una forma mercantil a los fines de evadir futuras obligaciones derivadas del contrato de trabajo. Esto no sólo afecta al individuo sino también de forma masiva a las organizaciones sindicales, ya que propicia un ambiente de desindicalización.
Los desafíos van desde la fractura del mercado laboral, pasando por la individualización de la relación de trabajo hasta llegar al escenario más radical que puede llegar a plantearse, que no es otro que el imperativo de un ambiente político - ideológico en el ambiente laboral, donde se juzgan las creencias ideológicas y se cercena la libertad de pensamiento como derecho universal que posee todo individuo por su condición humana.
Es menester poner freno a tales situaciones, pero ¿quién es el más adecuado para asumir tal desafío? La respuesta no es otra que las organizaciones sindicales, pero no bajo el tradicional esquema, sino que por el contrario deben adoptar un esquema de verdadera lucha por los intereses y bienestar de sus agremiados, en donde sean ellos quienes afronten con tesón las decisiones unilaterales dictadas (muchas veces sin contravenir disposiciones legales) no sólo por el empresario, sino también contra el estado, pues para nadie es un secreto que el estado venezolano es el mayor empleador en nuestro país.
Sólo a partir de un movimiento sindical sólido es que lograremos mayores niveles de bienestar, gobernabilidad y desarrollo en nuestro amado país.
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